Las lenguas sintéticas como herramientas comunitarias
El esperanto es una herramienta fundamental para poder trabajar al mismo nivel e integrar en nuestra comunidad y conversación a personas con distintas lenguas maternas. A partir de ahí, lo interesante del esperanto, como de toda herramienta libre, es lo que hagamos con ella.Cuando escuchamos una lengua tendemos a situarla sobre un territorio primero, para luego asociar ese lugar a una cultura y unos valores, en los que incluimos preventivamente a la persona que la está usando. Y la verdad es que funciona como forma de dar un primer contexto al que habla en inglés, español o Warao.
Las lenguas sintéticas son distintas, no están asociada a un territorio una cultura o un conjunto de valores determinados. La más extendida, el esperanto, no tiene un número relevante de hablantes «nativos», gente que tiene un uso especialmente bueno de ellas por haberlas aprendido en la primera infancia y haber estudiado en ellas. Tiene casi exclusivamente usuarios. Y la causa hay que buscarla en su carácter de lengua sintética. Tampoco es la lengua de unos valores o de una ideología determinada, aunque existan ideologías esperantistas e ideologías que incluyen el esperanto en su mirada sobre el futuro. Y ha sido así desde su origen…
Cuando el esperanto no quería ser para todo el mundo
Zamenhof había crecido rodeado de muchos idiomas en su Bialystok natal, que en la época de 1859 pertenecía a Rusia y contaba con una población mayoritariamente judía y polaca. Junto a su padre y abuelo, ambos profesores de idiomas, había vivido la exclusión y la marginación de los judíos polacos. Rechazados por rusos ortodoxos y polacos católicos, los vecinos judíos alemanes los distinguían por el uso del yidish, que rechazaban como una lengua tosca y provinciana, un resto de un feo pasado medieval de exclusión. Tampoco les consideraban iguales.Discutir la importancia de la lengua en la cuestión social judía le vino quizás por la influencia de su abuelo Fabian Wolfowicz Zamenhof traductor y profesor de lenguas, influido por la Haskalá, movimiento cultural judío que buscaba la integración en la sociedad moderna, rechazando buena parte de la identidad tradicional -entre ellas el yidish y muchas veces la religión- como un lastre. Moses Mendelssohn, quizá el representante más famoso del movimiento, afirmaba que para entrar en la sociedad moderna y sobre todo a los círculos culturales de referencia en la Europa Central de la época era necesario dar el salto al «verdadero» alemán.
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